La ruta olvidada de los 8 cucús serranos
Salvo el famoso de Carlos Paz, casi ninguno funciona. Pero tienen historias singulares. Uno de los pájaros carraspea y otro es un caballo. Arturo Capdevila bautizó a Córdoba como la ciudad de las campanas, debido a la gran cantidad de iglesias que amparan desde hace siglos enormes copas invertidas en sus espadañas. También Córdoba –ya no sólo la urbe, sino toda la provincia–, podrÃa reconocerse como la de los relojes cucú. En el territorio cordobés hay al menos ocho cronógrafos montados en torres públicas que cada 30 o 60 minutos anuncian la hora mediante el sonido de autómatas que se asoman desde el interior de las máquinas y que tienen, por lo general, la forma de un pájaro de la familia de los cucúlidos.
La estrella del plantel
El más famoso de todos, sin dudas, es el de Carlos Paz que este año cumple seis décadas.
El cucú del principal destino turístico de la provincia fue inaugurado el 25 de mayo de 1958.
El aparato de péndulo está montado en la plazoleta de avenida Uruguay, bulevar Sarmiento e Ingeniero Cassaffousth.
Cuenta con una máquina rústica accionada por una pesa que también maneja el mecanismo de salida.
Lo fabricó el ingeniero alemán Carlos Juan Plok con la colaboración de sus compatriotas y colegas Jüergen Naumman y Carlos Wedemeyer. Los tres integraban el equipo técnico de Industrias Aeronáuticas y Mecánicas del Estado (Iame) que desarrolló los aviones Pulqui I y II en ese complejo fabril de Av. Fuerza Aérea 5500, donde hoy funciona Fadea.
“La rusticidad y el estilo de las ruedas del dispositivo nos remiten más a una pieza de mecánica que de relojería”, precisa Guillermo del Valle, relojero monumental con domicilio en Colonia Caroya.
El reloj original contaba con un sistema simple de resonancia con dos pequeños fuelles que producían un sonido semejante a la onomatopeya “cucú” que caracteriza a estas máquinas de precisión.
Pero de aquel dispositivo sólo queda un martillo rústico que golpea un perfil metálico del tipo doble “T” y produce una carraspera latosa, estridente, cada vez que el pájaro sale a “cantar” la hora.
Cambio de sexo
Hace unos años, el ícono turístico de Carlos Paz fue víctima del vandalismo.
Un grupo de jóvenes se llevó el pájaro del reloj y lo arrojó en un baldío, esto le ocasionó daños.
El escultor Enrique López se encargó de la restauración de la talla estropeada.
Le cambió los colores, el plumaje… y el sexo.
Lo hizo en homenaje a las mujeres, justificó cuando la decisión provocó controversias.
El ingenio popular no tardó en cambiarle el nombre al cuclillo carlospacense: lo rebautizó “cucusa”.
El "mellizo" faldense de la "cucusa" más famosa
La Falda también tiene un reloj cucú y es de la misma edad que el de Villa Carlos Paz.
La máquina está montada en la intersección de la diagonal San Martín y la emblemática avenida Edén de esa ciudad del Valle de Punilla, a 81 kilómetros al noroeste de la capital cordobesa.
La donó Federico Clapier, y el municipio aceptó el obsequio mediante un decreto del 28 de noviembre de 1958.
A diferencia de su “mellizo” carlospacense, el pájaro de este artilugio no entra y sale de la caja cada vez que propala la hora, sino que tiene movimientos pero en una posición fija.
“Hace rato que el reloj no funciona porque han anidado palomas en el nicho donde está el mecanismo y lo han llenado de porquería”, lamenta Raúl Abad (71).
Este relojero faldense es hijo de Abelino Abad, pionero en el oficio en la comarca y quien montó el aparato en la torre pública hace 60 años. También se ocupó de su mantenimiento durante décadas, labor que heredó su hijo Raúl. No tiene fecha su recuperación.
Atacado por culpa de la siesta
La Cumbrecita también tiene su cucú. El reloj se montó en 2011, sobre el local de un bar decorado en madera y con letrero fileteado, típico de esta villa con resonancias centroeuropeas.
Además de un autómata con forma de pájaro, el aparato de esa aldea turística tiene un grupo escultórico que gira en un plato, al compás de la música.
El cuenco plano tiene un cuadrante de 90 centímetros de diámetro.
En la actualidad el cronómetro gigante está en proceso de restauración porque sufrió el accionar vandálico de algunos muchachos de sueño liviano.
Según comentarios pueblerinos coincidentes, los agresores se vivían quejando de que el pájaro no les dejaba conciliar el sueño a la siesta porque salía a cada rato al balcón a canturrear la hora.
Los componentes de madera de este conjunto fueron hechos por un artesano de ese enclave montañés, a 129 kilómetros al sudoeste de la ciudad de Córdoba.
En Jesús María quieren domar el tiempo
Jesús María fue el último pueblo en sumarse al circuito cordobés de los relojes cucú.
En 2015, con motivo de los 50 años del Festival Nacional de Doma y Folklore, se colocó un cronógrafo monumental en uno de los contrafuertes del anfiteatro José Hernández, sede de la verbena criolla.
A diferencia del ícono de Carlos Paz, esta máquina, en vez de un pájaro de madera, tiene un potro bravío con su monta sobre el lomo.
Cuenta con una esfera de 90 centímetros de diámetro y agujas estilo lanzas de las tropas gauchas de Miguel Martín de Güemes.
El autómata es un jinete enancado en un caballo chúcaro que al son del himno del encuentro tradicional se asoma y protagoniza un corcovo en cámara lenta.
Los aficionados a la jineteada bromean con que el montador “no es tan de madera” ya que luce un invicto de tres años sin sufrir caídas.
La talla es obra del artesano Guido Di Stéfano, de Villa General Belgrano, y el fabricante del reloj es Gnomon, la misma empresa que armó la máquina monumental que se instaló en la fechada de la Casa Rosada durante la celebración del Bicentenario argentino.
En el sur también existen
En Río Cuarto se instaló hace años un cucú en el ingreso a un barrio privado de la ciudad.
Estuvo mucho tiempo deteriorado, pero en 2015 fue restaurado en su aspecto estético y se le devolvió su belleza original.
Sin embargo, debido a deficiencias de su mecanismo interno, el reloj no funciona en la actualidad.
Corral de Bustos también tiene un cronógrafo de péndulo con autómata. Y, como su par de Río Cuarto, tampoco funciona.
Está ubicado en la Plaza de los Niños de esa localidad del departamento Marcos Juárez, 350 kilómetros al sudeste de la capital provincial.
La máquina tiene vitrales realizados por un artesano local que están tan deteriorados como la máquina, que no trabaja desde hace rato.
En Potrero, ya no está
En Potrero de Garay hubo hasta hace poco tiempo un reloj cucú.
Una década atrás se levantó una torre en el primer paseo comercial, recreativo y cultural a cielo abierto en el ingreso norte de ese pueblo de Santa María, ubicado junto al lago Los Molinos, 70 kilómetros al sudoeste de la ciudad de Córdoba.
En la parte superior del baluarte del complejo Paseo de los Pioneros se instaló un cronógrafo con autómata, muy prometedor.
Sin embargo la máquina terminó desmantelándose y en su lugar se colocó un sensor digital que informa la temperatura que se registra en ese punto del Valle de Calamuchita.
Los alemancitos de Villa General Belgrano
Villa General Belgrano tiene un reloj monumental y un mecanismo con autómatas pintorescos que ofrecían un atractivo singular a los visitantes de esa localidad del Valle de Calamuchita, 85 kilómetros al sudoeste de la Ciudad de Córdoba.
Ninguno de los dos artilugios funciona en la actualidad, aunque el intendente Sergio Favot le manifestó a La Voz su deseo de recuperar esas piezas, entrañables para los vecinos y encantadoras para los turistas.
El cronógrafo está colocado en la torre de 27 metros de altura que custodia, como un imponente granadero de ladrillos, el Salón de Eventos y Convenciones sobre avenida Julio Argentino Roca 176, en pleno centro del pueblo.
Nadie supo decirnos si el reloj y los autómatas funcionaban de manera sincronizada o independiente.
Y los muñecos de madera, que representan a una pareja alemana típica, se asoman a la calle desde los balcones superiores del edificio cívico, diseñado por el arquitecto Johann Kruger.
Fuente: LAVOZ.COM.AR