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Rauch, descanso y paseos en el camino a las sierras




El circuito histórico y recreativo de este pueblo rural incluye el Castillo San Francisco, parte de las monumentales construcciones art decó de Francisco Salamone y un parque con balneario y camping a orillas del arroyo Chapaleofú.



Desde Las Flores hacia el sur, la ruta 30 apunta en dirección al horizonte sinuoso que dibuja la serranía de Tandilia. A mitad de camino, donde la pampa húmeda copa el paisaje verde intenso, la Isla de Servicios de Rauch sugiere una parada necesaria. Allí, los visitantes reciben amplia información acerca de los atractivos de este remanso marcado a fuego por la actividad rural. Pero, sobre todo, son sorprendidos repentinamente por el amplio repertorio de sabores tradicionales y creaciones artesanales que sostienen la identidad local. Quesos, alfajores, paté, dulces, miel, licores, tejidos y piezas creadas en hierro y madera deslumbran no bien uno ingresa a la oficina de informes, la más representativa puerta de ingreso a Rauch.


El nombre de este pueblo -fundado por Ley en 1865 y por decisión de un juez de Paz en 1872 en tierras bonaerenses que originalmente frecuentaban los pobladores pampas- recuerda a un militar prusiano del siglo XIX. Sus calles poco transitadas se deshacen en polvorientos caminos rurales, que conducen hasta los parajes Colman y Chapaleofú. Son los primeros mojones de un encantador recorrido que también abarca las sedes de las delegaciones municipales de Miranda y La Verde, donde se empieza a vislumbrar el legado de Francisco Salamone, cuya mayor expresión en el distrito se aprecia en el Palacio Municipal de Rauch, un típico edificio clásico monumental art decó, que el célebre arquitecto ítalo argentino levantó en 1938.
El Castillo San Francisco, otra construcción que contrasta con el predominante paisaje bucólico, poco alterado por la mano del hombre, se mantiene en pie desde la década del 30 cerca de la estación Egaña, a 25 kilómetros de la cabecera del partido. A partir de 2010, tras sufrir décadas de abandono, esta reliquia arquitectónica fue recuperada por un grupo de vecinos y transformada en espacio de té, dulces, tortas caseras, lectura, exposiciones de arte y muestras fotográficas.

Cuando puso manos a la obra en 1918, en los tres pisos de la mansión, el arquitecto Eugenio Díaz Vélez diseñó 77 habitaciones, 14 baños, dos cocinas, galerías, terrazas, miradores y balcones. La familia del constructor residió allí hasta 1958. Después, el castillo fue utilizado como Hogar de Niñas y, más tarde, pasó a ser la sede de la Escuela Agroveterinaria.
El circuito histórico y recreativo de Rauch se extiende al Museo Municipal -que funciona en el Parque Juan Silva, a orillas del arroyo Chapaleofú-, el Museo de Artes Plásticas Faustino Bonadeo -en la Casa de la Cultura, adaptada en una finca familiar de 1877-, el Puente Silva (de 1875), el Centro Cultural Vieja Usina (de 1919) y el Anfiteatro Arrieta. Mayor atención demanda la visita a la parroquia San Pedro Apóstol, famosa por su órgano de 1.554 tubos, traído de Milán (Italia) en 1924.

Una buena opción para descansar en contacto con la naturaleza la proporciona el Balneario y Camping Municipal, el lugar indicado para caminar por los senderos que acompañan el curso del arroyo Chapaleofú. A orillas de esas aguas calmas y transparentes, así como en los arroyos De los Huesos y Langueyú, los pescadores clavan sus cañas en procura de dientudos, bagres, tarariras, lisas y, con suerte, algún pejerrey de talla no demasaido grande.
 


Fuente: VIAJES CLARIN.COM